Marlene Dietrich desembarcó en Estados Unidos provocando a la sociedad más conservadora vestida con un traje masculino a medida que estilizaba sus largas piernas.
Llegaba en los años 30 precedida por la fama de su película “El Ángel azul”. El traje era blanco y de corte recto con un pantalón de pinzas para sus largas piernas. Esta indumentaria escandalizó a la prensa y a la sociedad más retrógrada, pero la repercusión que tuvo en las mujeres americanas más avanzadas demostró que Marlene no estaba haciendo uso sólamente de una actitud excéntrica, sino que más allá de la frivolidad de querer ser el centro de atención estaba revindicando un atuendo más cómodo para la mujer, para una mujer que no quería seguir siendo el florero de la casa.
El “estilo Dietrich” poco a poco fue ganado adeptas, entre ellas numerosas actrices que imitaron su forma de vestir como Katherine Hepburn o Leila Hyams.
Las marcas de ropa no tardaron en sacarle partido comercial, realizando trajes masculinizados para mujeres ya en serie. Las mujeres amaericanas y europeas veían en este estilo una nueva femeneidad elegante que las hacía sentir más además más cómodas. Imitaron todo: sus trajes de aire masculino, sus sombreros, peinados y maquillaje.
Su estilo origianl y trasgresor fue adaptado por diferentes diseñadores, como Dona Karan en los 80, quien adaptó el “estilo Dietrich” para las mujeres “young urban professionals” de las grandes ciudades. La firma Ferragamo mostró al mundo en su colección primavera-verano 2012 un smoking blanco con el mismo espíruto que el traje con el que bajaba del avión en los años trentinta.
El camino no fue fácil, y es que todo lo que es trasgresor primero provoca en los mejores de los casos risas, sino críticas muy severas. Sólo la convicción de una personalidad fiel a si misma, son capaces de hacer frente a las burlas y las amenazas de una sociedad masculina que no quería que las mujeres a las que creían poseer tomaran ejemplo de una personalidad tan arrollante. Incluso, en 1930 una policía intentó arrestarla si continuaba llevbando panatlones, por el ejemplo que ejercía sobre el resto del público femenino. Sin embargo, cuando la actriz alemana apareció en el estreno de El signo de la cruz en 1932 vestida con un esmoquín masculino, la moda cambió para siempre.
El hecho de que una mujer llevara pantalones no era nada nuevo, pero que una sex simbol llevara pantalones era algo fuera de lo común y desde entonces todas querían seguir la moda. Las tiendas se llenaron de pantalones para mujeres, democratizándose la comodidad. Además, esta modo aminoróa la diferenciaciación por vestimenta entre hombres y mujeres.